Seguro que te has dado cuenta del finísimo oído de tu gato. Esto se debe a que el gato es un cazador nocturno, y para ello es vital poder oír a sus presas para localizarlas en la oscuridad.
Ante cualquier sonido el gato se pone alerta, despliega sus orejas y las dirige hacia su objeto de interés. Utiliza sus orejas, que tienen más de 20 músculos, como si fueran antenas parabólicas, y las mueven instantáneamente hacia otro lado si detectan el más leve susurro. Como los gatos detectan mejor la fuente del sonido al quedarse quietos que en movimiento, suelen detenerse de golpe cuando quieren escuchar atentamente.
El gato tiene un oído extremadamente sensible, capaz de detectar hasta 60kHz, algo significativamente superior al alcanzado por los humanos (hasta 20kHz) e incluso por los perros (hasta 35kHz), permitiéndole escuchar, entre otros, los agudos chillidos de los roedores (de 20 a 50kHz).
Además, el sentido del equilibrio del gato se logra a través del sistema vestibular de las orejas, que le permite saber cuándo está bien colocado en una caída, por ejemplo. O sea, que es gracias a sus oídos el que los gatos siempre caigan de pie.
Ahora que ya conoces la complejidad del oído de tu gato, comprenderás lo importante que es no tocarle demasiado las orejas, solo limpiarlas si es estrictamente necesario y bajo consejo veterinario, ya que son extremadamente sensibles a infecciones.