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¿Existe algo más enternecedor que un cachorrito? Nada nos resulta tan tierno como la cría de cualquier mamífero: gatitos, perritos, cerditos, bebés jirafa, elefantitos… y este efecto se da tanto en hombres como en mujeres, independientemente de que tengan hijos o no. Incluso, a personas a las que no les gustan los gatos no pueden evitar sonreír cuando se encuentran frente a un gatito, y lo mismo con las personas a las que no les gustan los perros, o incluso les da miedo, pero mueren de amor cuando ven la foto de una cachorrito. ¿Te has preguntado alguna vez por qué nos gustan tanto?

¡Quizá te sorprenda saber que es uno de los factores de supervivencia de la especie!

Investigadores de la universidad de Oxford han descubierto que se trata de un recurso que tienen los bebés de cualquier especie para atraer la atención de los adultos, y hacer que cuiden de ellos. Tanto es así, que no solo a los humanos nos parecen monos nuestros bebés y los de otras especies, sino que parece haber cierta conexión entre diferentes especies para proteger a los bebés.

Según el estudio, que han publicado (On Cuteness: Unlocking the Parental Brain and Beyond), «Las características faciales infantiles sirven como «mecanismos de liberación innatos» para los comportamientos de cuidado instintivo«. Esas características comunes a los bebes de diferentes especies son ojos grandes, nariz chata, cabeza grande, etc.

No es la primera vez que se hace un estudio sobre este tema. El psicólogo Konrad Lorenz encontró  hace más de 60 años una serie de rasgos físicos que despertaban el instinto de protección: cabeza y ojos enormes, nariz pequeña y frente ancha, entre otros.  Los rasgos tendían a darse en humanos y no humanos. En los ejemplares adultos, esos rasgos tendían a desaparecer, y con ello, muchas veces, la simpatía hacia ellos. Otros estudios amplían las características visuales infantiles a otras como los sonidos y olores positivos.

Parece ser que la relación entre padres e hijos es fundamental para la supervivencia y desarrollo infantil, ya que un mamífero recién nacido (y más especialmente si es humano) no puede valerse por si mismo. Y ese «oh, qué mono» se convierte en un factor importante para atraer la atención y afecto del cuidador. Lo curioso es que esa atención no se limita a la supervivencia, sino que tiene un papel dominante en facilitar relaciones sociales, placer, y bienestar, así como empatía creciente y compasión.

Hay que tener en cuenta que los humanos tenemos este rasgo hiper desarrollado, ya que nuestras crías son más vulnerables que en otras especies. Esto se debe  a que la fisionomía de nuestros cuerpos (las caderas que nos permiten andar a dos patas) nos impiden parir bebés más desarrollados, con cabezas más grandes.

Como decíamos al principio, uno de los fenómenos curiosos es que estas características visuales, sonoras y olfativas permiten que distintas especies reconozcamos a cachorros de una especie que no es la nuestra. La empatía no se da siempre, y depende de varios factores (como si son depredadores o no, por ejemplo) pero sí es un fenómeno curioso: ¿Has visto cómo trata un perro a un gatito? Le trata diferente de como trataría a un gato adulto.

Así que seguiremos disfrutando de perritos, gatitos y demás cachorritos, y exclamando un «qué mono» cada vez que no miren con sus enormes ojos.

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