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Como perros y gatos

Como perro y gato

Desde tiempos remotos, en películas, series, dibujos animados y tebeos, hemos percibido la lucha entre perros y gatos y además, las imposibles relaciones entre ellos. A decir verdad, cada día es más fácil encontrar en Internet (sobre todo en YouTube), comentarios o vídeos en los que esta fatídica relación está más que mejorada y de hecho, se relacionan con facilidad si conviven en la misma casa, y más aún si se conocen desde cachorros.

Pero ¿qué podemos hacer para que esa relación sea fluida desde el principio, cuando ya son adultos? Es cada vez más habitual que dos personas que ya tenían perro o gato comienzan una vida en común, con lo que sus mascotas están “condenadas a entenderse”.

Lo primero es hacer que la presentación sea algo agradable para todos. Para ello, lo mejor es preparar el terreno con calma. Por ejemplo, es conveniente que el perro haya comido y paseado hace poco tiempo para que se sienta satisfecho y tranquilo, y que esté atado en el momento de la presentación, para que el gato pueda pasear a su alrededor sin sentirse amenazado. Por otro lado, hay que dejar al gato que se tome su tiempo para acercarse al perro, sin forzar. En todo momento deberá haber personas de confianza de uno y otro animal que aporten seguridad y confianza y digan palabras tranquilizadoras. No debemos alargar la situación si uno de los dos animales se siente “demasiado interesado” en el otro, porque una respuesta agresiva en un primer momento puede marcar la relación.

En segundo lugar es conveniente que cada uno tenga su espacio separado del otro, al menos durante una temporada. A los gatos no les gusta compartir y los perros tienden a “invadir” el espacio de los demás, así que ese puede ser uno de los puntos más conflictivos. Por eso es conveniente que, dentro de lo posible, el cajón de arena del gato y la cama del perro con sus respectivos juguetes estén en estancias separadas.

Ya sabemos que cada animal (igual que cada persona) es un mundo, y hay relaciones entre perros y gatos adultos que son cordiales casi desde el principio, y otras que son más complicadas, necesitando meses de adaptación, pero en todo caso son los dueños los que tienen que tener la paciencia necesaria para hacer de ese nuevo acomodo lo más agradable posible.

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